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301.

FLORENTINA

Sobre el diván dejé la mandolina.

Y fui a besar la boca purpurina,

la boca de mi hermosa florentina.

Y es ella dulce, y roza y muerde y besa;

y es una boca roja, rosa, fresa;

y Amor no ha visto boca como ésa.

Sangre, rubí, coral, carmín, claveles,

hay en sus labios finos y crueles

pimientas fuertes, aromadas mieles.

Los dientes blancos riman como versos,

y saben esos finos dientes tersos

mordiscos caprichosos y perversos.

Dulce serpiente, suave y larga poma,

fruta viva y flexible, seda, aroma,

entre rosa y blancor la lengua asoma.

La florentina es sabia, y ella dice

que en ella están Helena y Cloe y Nice,

y Safo y Clori y Galatea y Bice.

Su risa es risa de una lira loca:

en el teclado de sus dientes toca

Amor la sinfonía de su boca.

Y ese cáliz hallé de mieles lleno,

y él el placer y el mal puso en mi seno,

y en el bebí la sangre y el veneno.

RUBÉN DARÍO (nicaragüense, 1867-1916)



302.

Ha venido mi tormento

en lo más oscuro de la noche,

como si fuera una estrella naranja

en el horizonte.

Y le dije: tú me has iluminado,

mi gran huésped,

pero...¿no has temido

a los guardianes de los caminos?

Y ella me respondió

con lágrimas en sus ojos:

quien cabalga por el mar,

no tiene miedo de hundirse.”

IBN al-KHATIB (hispanoárabe, 1313-1374)



303.

El amor de mi bienamada

está en aquellas orillas;

el río ha devorado mis miembros.

Nun está fuerte a la hora de la crecida,

y un voraz cocodrilo

está esperando en el banco de arena.

Me metí en el agua

para vadear a través de la inundación,

mi corazón estaba confiado en la orilla.

Encontré al cocodrilo como

un simple ratón,

y las aguas inundantes

como suelo para mis pies.

Es el amor de ella que me hace fuerte,

ella hará un hechizo acuático para mí.

¡Veo a aquella a la que mi corazón ama

parada justo enfrente mío!

ANÓNIMO Egipcio (Reino Nuevo, 1570-1070 a.C.)



304.

DESAYUNO

Echó café en la taza.

Echó leche en la taza de café.

Echó azúcar en el café con leche.

Con la cucharilla lo revolvió.

Bebió el café con leche.

Dejó la taza sin hablarme.

Encendió un cigarrillo.

Hizo anillos de humo.

Volcó la ceniza en el cenicero sin hablarme.

Sin mirarme se puso de pie.

Se puso el sombrero.

Se puso el impermeable porque llovía.

Se marchó bajo la lluvia.

Sin decir palabra. Sin mirarme.

Y me cubrí la cara con las manos.

Y lloré.

JACQUES PREVERT (francés, 1900-1977)

305.

Abro el cigarrillo

como si fuera una hoja de tabaco

y aspiro ávidamente

la ausencia de tu vida.

Es tan hermoso sentirse fuera,

deseoso de verme y nunca escuchado.

Soy cruel, lo sé,

pero la jerga de los poetas es ésta:

un largo silencio encendido

después de un larguísimo beso.

ALDA MERINI (italiana, 1931-2009)



306.

LA PROXIMIDAD DEL AMOR

Pienso en ti, cuando los rayos dorados del sol

brillan sobre el mar;

y cuando las olas reflejan el pálido eco

de la luna, pienso en ti.

Veo tu forma, cuando en la mañana distante

se elevan suaves nubes de polvo;

en la noche más profunda,

sobre las rutas de la montaña,

yo veo tus ojos.

Te escucho, cuando las mareas

del océano retornan

y se regocijan en sonoros bramidos;

en el páramo solitario, en la quietud anhelando,



escucho tu voz.

Me detengo contigo,

aunque tú estás lejos

también estás cerca.

El sol se pone, las estrellas brillan,

amada, ¡ah, estuvieras tú aquí!

HENRY van DYKE (estadounidense, 1852-1933)



307.

HE IDO MARCANDO

He ido marcando con cruces de fuego

el atlas blanco de tu cuerpo.

Mi boca era una araña que cruzaba escondiéndose,

en ti, detrás de ti, temerosa, sedienta.

Historias que contarte a la orilla del crepúsculo,

muñeca triste y dulce,

para que no estuvieras triste.

Un cisne, un árbol, algo lejano y alegre.

El tiempo de las uvas,

el tiempo maduro y frutal.

Yo viví en un puerto desde donde te amaba.

La soledad cruzada de sueño y de silencio.

Acorralado entre el mar y la tristeza.

Callado, delirante, entre dos gondoleros inmóviles.

Entre los labios y la voz, algo se va muriendo.

Algo con alas de pájaro,

algo de angustia y de olvido.

Así como las redes no retienen el agua.

Muñeca mía, apenas quedan gotas temblando.

Sin embargo, algo canta entre estas palabras fugaces.

Algo canta, algo sube hasta mi ávida boca.

Oh, poder celebrarte con todas las palabras de alegría.

Cantar, arder, huir, como un campanario

en las manos de un loco.

Triste ternura mía, ¿qué te haces de repente?

Cuando he llegado al vértice más atrevido y frío

mi corazón se cierra como una flor nocturna.

PABLO NERUDA (chileno, 1904-1973)



308.

POR SIEMPRE

Si la esmeralda se opacara,

si el oro perdiera su color,

entonces se acabaría nuestro amor.

Si el sol no calentara,

si la luna no existiera,

entonces, no tendría sentido

vivir en esta tierra

como tampoco tendría sentido

vivir sin mi vida,

la mujer de mis sueños,

la que me da la alegría…

Si el mundo no girara

o el tiempo no existiese,

entonces jamás moriría,

jamás morirías,

tampoco nuestro amor…

Pero el tiempo no es necesario,

nuestro amor es eterno,

no necesitamos del sol,

de la luna o de los astros

para seguir amándonos…

Si la vida fuera otra

y la muerte llegase,

entonces, te amaría

hoy, mañana…

por siempre…

todavía.

MARIO BENEDETTI (uruguayo, 1920-2009)



309.

3

Sólo la sed

el silencio

ningún encuentro.

Cuídate de mí, amor mío,

cuídate de la silenciosa en el desierto,

de la viajera con el vaso vacío

y de la sombra de su sombra.

ALEJANDRA PIZARNIK (argentina, 1936-1972)







310.

MIENTRAS TÚ EXISTAS

Mientras tú existas,

mientras mi mirada

te busque más allá de las colinas,

mientras nada me llene el corazón,

si no es tu imagen, y haya

una remota posibilidad de que estés viva

en algún sitio, iluminada por una luz cualquiera…

Mientras

yo presienta que eres y te llamas así,

con ese nombre tuyo tan pequeño,

seguiré como ahora, amada mía,

transido de distancia,

bajo ese amor que crece y no se muere,

bajo ese amor que sigue y nunca acaba.

ÁNGEL GONZÁLEZ (español, 1925-2008)



311.

LA HE VISTO CON OTRO

La he visto con otro

pasearse del brazo.

Mis ojos lloraban

de pena y dolor.

En cambio en su cara,

sus negros ojazos

reían contentos de dicha y amor.

Recuerdo que en mis brazos

llorando me decía:

será pa’ siempre tuya

mi vida y mi pasión.”

Jugó con mis amores,

la ingrata me fingía,

dejándome enlutado

mi pobre corazón.

Hay noches que solo

me quedo en el cuarto

rogando a la Virgen

me la haga olvidar,

y al verla con otro

pasar por mi lado

en vez de matarla

me pongo a llorar.

PASCUAL CONTURSI (letra de tango, 1926)



312.

QUEJA

Señor, mi queja es ésta,

Tú me comprenderás:

de amor me estoy muriendo,

pero no puedo amar.

Persigo lo perfecto,

en mí y en los demás,

persigo lo perfecto

para poder amar.

Me consumo en mi fuego,

¡Señor, piedad, piedad!

De amor me estoy muriendo,

¡pero no puedo amar!

ALFONSINA STORNI (argentina, 1892-1938)



313.

EL SEXO

¡Pendiente de ese tronco

el fruto consta en vida.

Su materia consiente una verdad durable.

En la sombra él madura,

si por siglos, finito,

y no cae sino cuando el árbol

rueda en tierra.

Fruto de carne o masa de vida congruente,

pálido en su corteza, nudosa nuez compacta.

La sangre rueda y pasa,

y ardiente sigue y vase,

mientras el viento pone la vida

en llamas y arde doble tiniebla absorta.

Eje del sol que un rayo

descargará sin duelo

y estallará en la liza

dentro de la sombra exacta.

Oh, conjunción del fuego

con su materia idónea.

Fuego del sol, o fruto

que al estallar se siembra.

II

Entre las piernas suaves pasa un río,

lecho insinuado para el agua viva;

entre la fresca sombra o un humo quedo

que en el terso crepúsculo está inmóvil.

Entre los muslos, sólo el tiempo quieto,

el tiempo que no pasa,

eternamente,

inmortal, sin nacer, entre las sombras.

Entre las piernas bellas

sólo un río en el fondo se siente

cruzar único.

Agua oscura sin tiempo

que no nace

y que sobre la tierra desemboca.

Oh, hermosa conjunción de sangre y flor,

botón secreto que en la luz perfuma

el nacimiento de la luz creciendo

de entre los muslos de la bella echada.

Ruda moneda o sol que exhala el día

naciendo de ese cuerpo dolorido,

presto al amor cuando el cenit empuje

al adversario que agresivo avanza.

Misterio entonces del ocaso ardiente

cuando como en caricia

el rayo ingrese

en la sima voraz y se haga noche:

noche perfecta de los

dos amantes.

VICENTE ALEIXANDRE (español, 1898-1984)



314.

Si el corazón de un verdadero amante,

y un continuo morir por contentaros,

y un extender mi alma en desearos,

y un encogerme, si os estoy delante;

y si un penar con un sufrir constante,

satisfecho y contento con miraros,

y un derramar mis pasos por buscaros,

preguntando por vos a cada instante;

y si un tener mi razonar compuesto,

y en hablándoos, sin más, luego turbarme,

con un grande embarazo y desvarío,

los accidentes son que han de llevarme

con público pregón a morir presto,

la culpa es vuestra y el dolor es mío.

JUAN BOSCÁN (español, 1487-1542)



315.

LA NOCHE

I

No consigo dormir. Tengo una mujer

atravesada entre los párpados.

Si pudiera, le diría que se vaya;

pero tengo una mujer atravesada

en la garganta.

II

Arránqueme, señora, las ropas

y las dudas.

Desnúdeme,

desdúdeme.

III

Yo me duermo a la orilla de una mujer:

yo me duermo a la orilla de un abismo.

IV

Me desprendo del abrazo,

salgo a la calle.

En el cielo, ya clareando,

se dibuja, finita, la luna.

La luna tiene dos noches de edad.

Yo, una.

EDUARDO GALEANO (uruguayo, 1940-2015)



316.

¡TODO ERA AMOR!

¡Todo era amor...amor!

No había nada más que amor.

En todas partes se encontraba amor.

No se podía hablar más que de amor.

Amor pasado por agua, a la vainilla,

amor al portador, amor a plazos.

Amor analizable, analizado.

Amor ultramarino.

Amor ecuestre.

Amor de cartón piedra, amor con leche…

lleno de prevenciones, de preventivos;

lleno de cortocircuitos, de cortapisas.

Amor con una gran M,

con una M mayúscula,

chorreado de merengue, cubierto de flores blancas.

Amor espermatozoico, esperantista.

Amor desinfectado, amor untuoso…

Amor con sus accesorios, con sus repuestos;

con sus faltas de puntualidad, de ortografía;

con sus interrupciones cardíacas y telefónicas.

Amor que incendia el corazón de los orangutanes,

de los bomberos.

Amor que exalta el canto de las ranas

bajo las ramas,

que arranca los botones de los botines,

que se alimenta de encelo y ensalada.

Amor impostergable y amor impuesto.

Amor incandescente y amor incauto.

Amor indeformable. Amor desnudo.

Amor-amor que es, simplemente, amor.

Amor y amor...¡y nada más que amor!

OLIVERIO GIRONDO (argentino, 1891-1967)



317.

¡Oh, cual te adoro! Con la luz del día

tu nombre invoco, apasionada y triste,

y cuando el cielo en sombras se reviste

aún te llama exaltada el alma mía.

Tú eres el tiempo aque mis horas guía,

tú eres la idea que a mi mente asiste,

porque en ti se encuentra cuanto existe,

mi pasión, mi esperanza, mi poesía.

No hay canto que igualar pueda a tu acento

cuando mi amor me cuentas y deliras

revelando la fe de tu contento;

tiemblo a tu voz y tiemblo si me miras,

y quisiera exhalar mi último aliento

abrasada en el aire que respiras.

CAROLINA CORONADO (española, 1820-1911)



318.

ENTRE TUS BRAZOS…

Entre tus brazos

entre mis brazos

entre las blandas sábanas

entre la noche

tiernos

solos

feroces

entre la sombra

entre las horas

entre un antes y un después.

IDEA VILARIÑO (uruguaya, 1920-2009)





319.

Yo toqué a la sensual Hermíone.

Ella llevaba puesto un cinturón

con aplicaciones brillantes

-letras doradas, Kypris-:

todas hablaban diciendo:

Ámame, y olvida que duele

si otro me tiene”.

ASCLEPIADES DE SAMOS (griego, siglo IV a.C.)



320.

LA CITA

En tu alcoba techada de ensueños, haz derroche

de flores y de luces de espíritu; mi alma

calzada de silencio y vestida de calma

irá a ti por la senda más negra de esta noche.

Apaga las bujías para ver cosas bellas;

cierra todas las puertas para entrar la ilusión;

arranca del misterio un manojo de estrellas

y enflora como un vaso triunfal tu corazón.

¡Y esperarás sonriendo, y esperarás llorando!…

cuando llegue mi alma, tal vez reces pensando

que el cielo dulcemente se derrama en tu pecho…

Para el amor divino ten un diván de calma,

y con el lirio místico que es su arma, mi alma

apagará una a una las rosas de tu lecho.

DELMIRA AGUSTINI (uruguaya, 1886-1914)

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