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ADVERTENCIA A LOS LECTORES
Este blog contiene (y contendrá) a lo largo de sus Páginas algunas perlas de la poesía de todos los tiempos y con carácter universal, desde el Antiguo Egipto hasta el siglo XX, en Oriente y Occidente. Pretende ser una “antología de bolsillo” que, a través de su lectura, permita vislumbrar la obra de sus autores, y si ha gustado alguno en particular, profundizar en la misma.
Pero, por regla general, toda antología poética es arbitraria desde el inicio, ya que refleja los gustos personales del seleccionador, con quien los eventuales lectores no siempre coincidirán: es el riesgo de cualquier selección. Reconozco que mucho ha quedado afuera, ya por la temática del poema, ya por su extensión (me viene a la mente la pesadez de la poesía de homenaje o encomiástica de grandes poetas victorianos), cuya lectura podría resultar indigesta a cualquier lector del siglo XXI. Me he autoimpuesto límites en cuanto a no incluir poemas que, -aunque de gran belleza expresiva- resultan demasiado extensos: leer poesía no debe fatigar, sino proporcionar un placer estético al gozar de la belleza en la expresión de ideas o sentimientos, meta final que todos los poetas han buscado. Todo poema transcripto en estas páginas está íntegro. Cada página contiene un número determinado de poemas; no están organizados ni por épocas ni por autores: he mezclado piedras de diferentes colores dentro de la misma bolsa. Esta “anarquía” es absolutamente intencional: sólo así se pueden confrontar autores y desarrollar las preferencias personales. Y el hecho de que esté disponible desde un dispositivo móvil facilita las cosas, pues llevan las poesías con ustedes y a cualquier parte. Si se animan, les aconsejo la lectura en voz alta; recuerden que fueron compuestas para ser recitadas antes que leídas (incluso cantadas). Tal vez a algunos de ustedes, potenciales lectores, estas “piedras de colores” los ayuden a contemplar la vida de otra manera. No será tiempo perdido.
Están advertidos.
Dr. LUIS J. MIHELIC
Recopilador
1.
Mi corazón late más deprisa,
cuando pienso en mi amor.
No me permite actuar como persona,
Y se sobresalta sin cambiar de lugar.
Ya ni vestirme me deja.
Descuido mis abanicos.
Ya los ojos no me pinto.
Ya ni siquiera me perfumo con delicados aromas.
“No te detengas, llegas a la meta”,
dice mi corazón cada vez que pienso en él.
¡Oh, corazón mío, no te inquietes más!
¿Por qué como un loco te portas?
Espera sin alarmarte, tu amado viene hacia ti,
pero también los ojos de la multitud.
No dejes que digan de mí:
“Esta mujer se ha enamorado”.
Quédate en calma, cuando en él pienses,
¡Oh, corazón! No latas más de esta manera.
(Anónimo, Egipto Antiguo)
2.
La rosa es sin un por qué,
Ella florece porque florece.
(ANGELUS SILESIUS, alemán, 1624-1677)
3.
Vive felizmente con la de ojos negros,
que el mundo no es más que viento y fábula.
Alégrate de lo que has conseguido
y no recuerdes el pasado.
Para mí aquel rizado y perfumado cabello,
para mí aquella cara de luna que es de raza de ángeles.
Afortunado el que utiliza y obsequia,
desafortunado el que no utiliza ni ofrenda.
Este mundo de anhelo es como el viento y la nube,
acerca el vino, ¡pase lo que pase!
RUDAKÍ DE SAMARCANDA (persa, 859-940)
4.
Muerte, invoco tu rigor,
tú, que me arrancaste a mi amiga
y no estás todavía satisfecha,
si no me llevas a esta languidez:
jamás tuve fuerza ni vigor,
¿pero qué daño te hizo ella en vida,
Muerte?
Éramos dos y teníamos un corazón,
si él ha muerto, fuerza es que muera,
cierto, o que viva sin vida
como las imágenes, de memoria,
¡Muerte!
FRANCOIS VILLON (francés, siglo XV)
5.
El corazón tiembla ante el amor,
como si tuviera ante sí la amargura de la muerte.
Porque en donde el corazón despierta,
muere el yo, el sombrío déspota.
ANÓNIMO PERSA ( ¿siglo IX d.C.?)
6.
Las ropas desceñidas,
desnudas las espaldas,
en el dintel de oro de la puerta,
dos ángeles velaban.
Me aproximé a los hierros
que defienden la entrada,
y de las dobles rejas en el fondo
la vi confusa y blanca.
La vi como la imagen
que en un ensueño pasa,
como un rayo de luz tenue y difuso
que entre tinieblas nada.
Me sentí de un ardiente
deseo llena el alma.
¡Como atrae un abismo, aquel misterio
hacia sí me arrastraba!
Mas, ¡ay!, que de los ángeles
parecían decirme las miradas:
“¡El umbral de esta puerta
sólo Dios lo traspasa!”
GUSTAVO A. BECQUER (español, 1836 – 1870)
7.
SONETO AMOROSO
Dejad que a voces diga el bien que pierdo,
si con mi llanto a lástima os provoco,
y permitidme hacer cosas de loco:
que parezco muy mal amante y cuerdo.
La red que rompo y la prisión que muerdo
y el tirano rigor que adoro y toco,
para mostrar mi pena son muy poco,
si por mi mal de lo que fui me acuerdo.
Óiganme todos: consentid siquiera
que, harto de esperar y de quejarme,
pues sin premio viví, sin juicio muera.
De gritar solamente quiero hartarme.
Sepa de mí, a lo menos, esta fiera
que he podido morir, y no mudarme.
FRANCISCO DE QUEVEDO (español, 1580-1645)
8.
Te adoro como a la bóveda nocturna,
oh, vaso de tristeza, oh, gran taciturna,
y te amo tanto más, bella, cuanto me huyes,
y que me pareces, ornamento de mis noches,
más irónicamente acumular las leguas
que separan mis brazos de las inmensidades azules.
Me lanzo al ataque, y trepo a los asaltos,
como tras un cadáver, un coro de gusanos,
y quiero, ¡oh bestia implacable y cruel,
hasta esta frialdad por la cual me eres más bella!
CHARLES BAUDELAIRE (francés, 1821-1867)
9.
LA CASADA INFIEL
Y yo que me la llevé al río
creyendo que era mozuela,
pero tenía marido.
Fue la noche de Santiago
y casi por compromiso.
Se apagaron los faroles
y se encendieron los grillos.
En las últimas esquinas
toqué sus pechos dormidos,
y se me abrieron de pronto
como ramos de jacintos.
El almidón de su enagua
me sonaba en el oído,
como una pieza de seda
rasgada por diez cuchillos.
Sin luz de plata en sus copas
los árboles han crecido,
y un horizonte de perros
ladra muy lejos del río.
Pasadas las zarzamoras,
los juncos y los espinos,
bajo su mata de pelo
hice un hoyo sobre el limo.
Yo me quité la corbata.
Ella se quitó el vestido.
Yo el cinturón con revólver.
Ella sus cuatro corpiños.
Ni nardos ni caracolas
tienen el cutis tan fino,
ni los cristales con luna
relumbran con ese brillo.
Sus muslos se me escapaban
como peces sorprendidos,
la mitad llenos de lumbre
la mitad llenos de frío.
Aquella noche corrí
el mejor de los caminos,
montado en potra de nácar
sin bridas y sin estribos.
No quiero decir, por hombre,
las cosas que ella me dijo.
La luz del entendimiento
me hace ser muy comedido.
Sucia de besos y arena,
yo me la llevé del río.
Con el aire se batían
las espadas de los lirios.
Me porté como quien soy.
Como un gitano legítimo.
Le regalé un costurero
grande de raso pajizo,
y no quise enamorarme
porque teniendo marido
me dijo que era mozuela
cuando la llevaba al río.
FEDERICO GARCÍA LORCA (español, 1899 – 1936)
10.
LA MUCHACHA DEL CIRCO
Yo soy la muchacha del circo.
Por una moneda yo doy
un poco de humilde belleza,
un poco de tibia emoción.
Yo soy la muchacha del circo.
Por esos caminos yo voy,
ceñida en mi malla de seda,
repartiendo a todos
flores de ilusión.
Colgada del frágil trapecio
su cuerpo elegante parece, al saltar,
una paloma blanca que al cielo,
con ansia loca, quisiera llegar.
Mientras la gente, emocionada,
contempla inquieta su salto mortal,
bajo la lona del viejo circo,
un frío de muerte se siente cruzar.
Ahí va la muchacha del circo,
no encuentra consuelo ni amor,
regala a los otros la dicha
y sufre miseria y dolor.
Por fin, una noche, la mano,
cansada, al trapecio aflojó
y...¡pobre muchacha del circo!
Buscando un aplauso
la muerte encontró.
(Tango – Letra de Manuel Romero -1928)
11.
EL DIVINO AMOR
Te ando buscando, amor que nunca llegas,
Te ando buscando, amor que te mezquinas,
Me aguzo por saber si me adivinas,
Me doblo por saber si te me entregas.
Las tempestades mías, andariegas,
se han aquietado sobre un haz de espinas;
sangran mis carnes gotas purpurinas,
porque a salvarte, oh niño, te me niegas.
Mira que estoy de pie sobre los leños,
que a veces bastan unos pocos sueños
para encender la llama que me pierde.
Sálvame, amor, y con tus manos puras
trueca este fuego en límpidas dulzuras
y haz de mis leños una rama verde.
ALFONSINA STORNI (argentina, 1892-1938)
12.
EL LAMENTO DE LA PECADORA
Hasta ahora, ¡mísera de mí!
Bien había ocultado la cosa
Y he amado en secreto.
Mi asunto finalmente se descubrió
porque abultó el vientre,
y el parto de la encinta ya se acerca.
Por ello mi madre me golpea,
mi padre desde entonces me injuria,
ambos me tratan ásperamente.
Sola estoy en casa,
no me atrevo a salir
ni a divertirme en público.
Cuando salgo de casa,
todos me miran,
como si fuera un monstruo.
Cuando ven este vientre,
cada uno codea al otro,
callan, mientras yo paso.
Siempre se tocan con el codo,
me señalan con el dedo,
como si hubiera hecho algo asombroso.
Con la cabeza me señalan,
juzgan que soy digna de la hoguera,
porque una vez haya pecado.
¿A qué seguir enumerando?
Estoy en las habladurías
y en boca de todos.
Por ello padezco violencia,
me muero de pena,
siempre estoy llorando.
Colma este dolor,
que mi amigo esté desterrado
hace algún tiempo, por esto.
Por la maldad del padre, a Francia partió,
muy lejos de aquí.
Con tristeza estoy por su ausencia,
en muy grande dolor.
ANÓNIMO ALEMÁN (Codex Buranus – siglo XIII)
13.
LA NOCHE
La noche es quieta, como mar en calma,
y querellas de amor, y felicidad y tristeza,
caen confusamente sobre el alma,
al romper las olas en la arena.
Cruzar quisiera, como nube errante,
la serena amplitud del firmamento.
¿Quién distingue en el aura que resuena…
si es un sueño o si es un pensamiento?
Cierro mi corazón, cierro mi boca,
siempre fáciles en revelar su pena:
y el mar dentro de mí golpea la roca
y corre sollozando por la arena.
JOSEF EICHENDORFF (alemán, 1788-1857)
14.
SONETO 56
Siempre amé y amo aún; y desde ahora
espero amar más de día en día
aquel dulce lugar adonde me guía
el triste amor que en mi alma se atesora;
y en amar estoy siempre en tiempo y hora
en que olvidé cuánto cuidado terrenal había,
y amaré más todavía
a aquella cuya imagen me enamora.
Mas, ¡ quién pudiera haber jamás creído
que el tiempo me volviera en amarguras
memorias de quien yo tanto he querido?
¡Oh, amor, cómo has postrado mi alma fiera!
De no estar por esperanzas mantenido
anhelo más vivir muerto donde cayera.
FRANCESCO PETRARCA (1304-1374)
15.
VIDA-GARFIO
Amante: no me lleves si muero al camposanto.
A flor de tierra abre mi fosa, junto al riente
alboroto divino de alguna pasajera
o junto a la encantada charla de alguna fuente.
A flor de tierra, amante. Casi sobre la tierra
donde el sol me caliente los huesos, y mis ojos
alargados en tallos suban a ver de nuevo
la lámpara salvaje de los ocasos rojos.
A flor de tierra, amante. Que el tránsito así sea
más breve. Yo presiento
la lucha de mi carne por volver hacia arriba,
por sentir en sus átomos la frescura del viento.
Yo sé que acaso nunca allá abajo mis manos
podrán estarse quietas,
en medio e las sombras estrujadas y prietas.
Que siempre como topos arañarán la tierra.
Y arrójame semillas. Yo quiero que se enraicen
en la greda amarilla de mis huesos menguados.
¡Por la parda escalera de las raíces vivas
yo subiré a mirarte en los lirios morados!
JUANA DE IBARBOUROU (uruguaya, 1892-1975)
16.
Oigo tus cabellos
cuando caen como lluvia
y me pregunto si tú lo sabes.
SHAKIR WA’EL (persa, siglo XIII)
17.
HE ESTADO EN GRAVE PREOCUPACIÓN
He estado en grave preocupación
por un caballero que he tenido,
y quiero que se sepa por siempre
cómo lo he amado apasionadamente;
ahora veo que he sido traicionada
pues no le di mi amor
y por eso he estado afligida,
en el lecho y estando vestida.
A mi caballero quisiera
tenerlo una noche, desnudo en mis brazos
y que se diera por feliz
con que yo hiciese de almohada;
pues estoy más enamorada que Floris de Blancaflor:
le otorgo mi corazón y mi amor,
mi juicio, mis ojos, y mi vida.
Bello amigo, agradable y bueno
¿cuándo os tendré en mi poder,
para acostarme con vos una noche,
y daros un beso amoroso?
Sabed que gran deseo tengo
de teneros en lugar de marido,
con tal que me prometiérais
hacer lo que yo quisiera.
LA CONDESA DE DIA (Provenza, siglo XIII)
18.
EPIGRAMA SOBRE CHLOE
Chloe por séptima vez
las exequias celebró;
siete maridos lloró;
no hay tan honrada viudez.
¿Pudo con más sencillez
toda la verdad decir?
Mandó en la lápida escribir
que ella les dio sepultura.
Y dijo la verdad pura,
porque los hizo morir.
MARCO VALERIO MARCIAL (romano, 40-104 d.C.)
19.
LOS JÓVENES QUE SE QUIEREN
Los jóvenes que se quieren se besan de pie
apoyados en las puertas de la noche.
Y los transeúntes que pasan los señalan con el dedo.
Pero los jóvenes que se quieren
no están para nadie,
y tan sólo su sombra tiembla en la noche.
Excitando la ira de los transeúntes,
su ira, su desprecio, sus risas y su envidia.
Los jóvenes que se quieren no están para nadie.
Están en otro lugar bastante más lejos que la noche,
bastante más alto que el día
en la deslumbrante claridad de su primer amor.
JACQUES PREVERT (francés, 1900-1977)
20.
CANCIÓN DE LA VIUDA ENAMORADA
Oh, lo sé, nunca debería confesarlo,
pero tiemblo cada vez que su mano me toca.
¡Ay! ¿Qué es lo que pasa conmigo,
que rezo para que me seduzca?
¡Antes ni cien caballos me arrastraban al pecado!
Si por lo menos no lo deseara tanto.
Si contra el amor me resistí,
contra su amor me resistí,
antes de desnudarme ante él,
ya estaba más que desnuda.
Pero él no se preocupa de mi temor.
¡Si por lo menos no lo deseara tanto!
Dudo que me llegue a los zapatos,
¿será lo de él amor? ¿pasar el rato?
Cuando se haya gastado todos mis ahorros,
¿a qué basural irán a parar mis restos?
¡Ay! Sé bien por qué me defendí con tanto llanto.
¡Si por lo menos no lo deseara tanto!
Si yo tuviera un gramo de sensatez,
de entrada le hubiera dado su merecido.
Jamás su oferta miserable hubiera aceptado,
si, como pasó, tanto se acercaba.
¡Ah, si el Diablo se lo llevara!
(Si, por lo menos, ¡yo no lo deseara tanto!)
BERTOLT BRECHT (alemán, 1898-1956)
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